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Tú, animal hembra, mujer de otro. Capítulo cuarto.

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Preludio

Esta narración, que escribí hace algún tiempo, pertenece al género de auto-ficción, también llamado de auténticos recuerdos falsos.

He dejado correr la pluma, en parte para aislarme del tedio que me producen la política, la televisión o los periódicos. Y también para procurar a aquellas de mis lectoras que sientan parecido tedio, un motivo para transformar la diaria rutina en ruidosa carcajada. Esto último, sobre todo si están emparejadas con personas aburridas.

Ofrezco, gratis, alegorías eróticas y un pellizco de amarga ironía. ¡Ah! Y otra cosa mariposa: he tratado con esmero de ser yo quien quede peor parado en esta sátira moral. Nobleza obliga.

Finalmente os diré que las fotos, tomadas por mí, son de modelos profesionales.



(foto del autor)

Capítulo cuarto

Por teléfono Violante nota que mi voz no está fuerte:

-Venga hombre. ¡Arriba!

Le cuento mi problema. Me susurra, casi cantando:

-Eso. Lo mejor es estar caliente todo el día.

¡Qué mujer!

Me cuenta como Alba le comió lo suyo. Me habla de su lengua inexperta, pequeña y sabia. De sus tetas, las de la novia de mi novia, que son grandes y duras. De sus tres orgasmos y del mar de fluidos que se tragó la chica del amanecer.

Siento celillos:

- La quieres a ella más que a mí, -pregunto afirmativamente.

Me dice la diosa de la vendimia:

- Hombre, a ella la tengo más aprecio. Desde hace catorce años me ayuda mucho en el trabajo.

Me quedo a lo pollito Kalimero. Me consuela:

- Bueno, pero ya no voy a estar más con ella. Sólo con hombres. Contigo me gusta mucho. El domingo fue fantástico. Me follas como nadie lo hizo nunca.

Me animo y me masturbo. Al otro lado de las ondas, por su móvil me dice:

- ¿Ya te has quedao a gusto? ¡Ele! Me voy a una reunión con Don Alvaro.

Hasta hoy, todos los días me da las buenas noches, por SMS. Eso es muchísimo…Si fuera mía para lo que yo haya de durar, la ofrecería perlas y frutas traídas de países que no están en el mapa.

Hoy, miércoles de cuaresma, su primer saludo me sacude:

“No pienses tanto en las cosas materiales, sentencia”.

Me digo para mis adentros: “sólo pienso en ella. Si me levanto, o mejor, no me acuesto, es por ella. Sin ella me dejaría consumir y volvería al polvo. Mas sería polvo enamorado…”.

El reloj, los zapatos de Prada. Maneras de ponerme en pié y hacerla sentir que la quiero.

Hablamos. Como siempre, ella se atribuye y lleva razón:

“No pienses en papeleos legales. Yo estaré contigo. Me encantan tus sorpresas. Vive”.

Es mi recompensa por las cosas buenas que habré hecho en esta vida. Digo yo.

Se conoce que los dioses adelantan mi paraíso. Me dejan ver y tocar la mata de pelo que tiene mi niña. He puesto su foto de cabello color fuego de leña, en la pantalla de mi móvil. La muestro con orgullo. Los hombres palidecen. Las mujeres, más. “Parece guapa”. Se limitan a decir, muertas de envidia.

¡Ay de quien ama!


Hoy, esta noche, estoy jodido. Hace tres horas he reservado habitación en un Parador de allá abajo ¡Hoy, miércoles Santo! No he encontrado billete de bus. El taxi, dice ella, es muy caro. Me parecía que estaba más cerca de mí que nunca jamás. Pero no. O sí, que no lo sé. Recibo su despedida: “buenas noches dulce amigo”. Ni siquiera apostilla “mío”, como en otra ocasión.

Viajaba con Alba. Mi viaje era una presunta cita imposible. Me dice:

- ¿Te casarías con una mujer que hace el amor con otras mujeres?

Contesto:

- Contigo, ahora mismo. Tú eres mi diosa, no una simple mujer.

He pasado, como todos y cada uno de los días desde que se me apareció ella en cuerpo y alma, del cielo al infierno.

Ella duerme con su marido. Sus hijos andan cerca. Yo me lamo solo mis propias heridas. ¿Dolido? No: hecho polvo. Me aguardan 4 días de soledad y mierda.

Amor y mierda bajo la luz de la luna del Jueves Santo. Anulo la habitación del Parador del suroeste.

Esta mañana pregunté a Violante:

- ¿Cómo hacías en El Covacho, frotar muslo contra muslo?

Responde:

- No. Se trata de mover la pelvis…te pone caliente…Mujer sabia, mujer-hembra-mujer…animal hembra. Gracias Juan Ramón Jiménez.

Siento que voy a vivir menos de lo previsto por la naturaleza. Me importa un carajo. Si pudiera elegir preferiría morir con mi polla, o lo que quede de ella, corriéndose en su vagina. Eso sí, después de haberle comido el coño, que es lo que le gusta a ella.

Mañana, Jueves Santo, trabajará en su dehesa. Yo estoy más roto que su labriego más roto.

Roto, entero, solo. Mudo.

Me dice que será distinto cuando se le pase la efervescencia. Pienso: distinto, ¿para bien o para mal? No sólo de mí, sino de la humanidad en general.

Resulta que el día 18 no duerme conmigo pues su vuelo a Brasil es a medianoche. Estaré con ella apenas unas horas diurnas. Luego, ¡zácate! al aeropuerto para que un hijo de puta de avión se la lleve a diez mil kilómetros de distancia.

Ella me manda el SMS de buenas noches, buenas y frías, y apaga su trasto.

A mí, que me quedo de guardia, que me den por el rulé…

Me dice:

“Me encantan los regalos. Ni mi padre ni mi marido me los han hecho…”

Es ilógico. Si fuera mi madre, mi mujer, mi hija, todos mis días serían un regalo para ella, y para mí. Me muero de amor y a nadie le importa un carajo.

(continuará...)

Tú, animal hembra, mujer de otro. Capítulo quinto.

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Preludio

Esta narración, que escribí hace algún tiempo, pertenece al género de auto-ficción, también llamado de auténticos recuerdos falsos.

He dejado correr la pluma, en parte para aislarme del tedio que me producen la política, la televisión o los periódicos. Y también para procurar a aquellas de mis lectoras que sientan parecido tedio, un motivo para transformar la diaria rutina en ruidosa carcajada. Esto último, sobre todo si están emparejadas con personas aburridas.

Ofrezco, gratis, alegorías eróticas y un pellizco de amarga ironía. ¡Ah! Y otra cosa mariposa: he tratado con esmero de ser yo quien quede peor parado en esta sátira moral. Nobleza obliga.

Finalmente os diré que las fotos, tomadas por mí, son de modelos profesionales.

Las mujeres, son mudables, volubles. Igual que los hombres, pero más. 


(fotos del autor)

Capítulo quinto

Ahora yo soy la otra, la otra, que a nada tiene derecho, por no tener un anillo, con una fecha por dentro. Espero sus llamadas, sus mensajes. Me alicaigo si no da señales de su doble o triple vida.

Los miembros del Consejo Regulador de no sé qué denominación de origen, la trataron mal, según su criterio. ¿Fue acoso? pregunto a Violante o ¿qué fue? En principio me dice que no, pero me quedo con ganas de meter cinco balazos a algún hijo de perra. ¡Que nadie toque a la fiera de mi niña!, salvo su marido, Alba, y...otras personas que pueda haber por ahí, hembras o machos.

Esta tarde/noche me ha dicho que debo tomar decisiones:

“Resuelve tu situación. El dinero no debe ser el problema”

Ok. Pero quiero el cien por cien de Violante. Que nunca será mía ni de nadie porque ella es libre como pájaro de tierras de dehesa.

Me muero de amor literalmente…Técnicamente, estoy muerto. Estoy pensando, digo yo, que si Alba se tragaba todos los fluidos de Violante, sería porque no lamía, sino que sorbía o chupaba o mamaba.

Esta mujer me ha dejado hoy, una vez más, sin una gota de sangre en los bolsillos.

Después de pasar la noche en vela, pruebo a dormir un par de horitas. Más que nada, por tener una experiencia nueva en esta etapa de insomnio. Me despierto atontolinado, mi estado habitual desde que me he enamorado, y leo varios SMS de la niña de mis ojos.

Uno dice: “háblame”.

Otro: “te digo que me llames”.

Otro más: “y lo bien que me comes…”.

El cuarto: “si tu quieres, desaparezco”.

Quinto y sexto son gemelos siameses: “pues tócame”.

Me quedo de muestra, cual perdiguero el día en que se levanta la veda.

Me incorporo en la piltra y, sin beber siquiera mi Actimel % materia grasa, llamo a la mujer que yo quiero.

Me dice:

 “estoy con Albita, que me está comiendo el coño…”

Consigo balbucear:

 “me lo imaginaba. Por eso te mandé en la madrugada el mensaje tipo Aute “mira que eres canalla, ahora me dejas por esa mujer…”.

Me dice mi criatura:

 “que no, que no. No te dije nada anoche, porque creía que no querías que nos lo hiciéramos ella y yo.”

Y añade, más o menos:

 “déjate de miramientos y únete a nosotras…”


Y ahí me tienen ustedes haciendo de macho, con prudencia, en medio de un bollo telefónico más caliente que un microondas a 900 grados Fahrenheit.

Pido fotos: ¡qué sexo, que tetas! Albita, hija de mis entrañas, eso se comparte y se avisa, ¡coño!, no seáis egoístas, que un cariño se hace a un burro…

Me pasa a su colega y juego al teto con ella. Ya saben: tú me la sacudes y yo te la meto. Me corro como un torito bravo, fané y descangayado, pero con más semen y vocación que un cartujo en Cuaresma. Por cierto, que hoy es Jueves Santo. Amén.

Pregunto a ella:

 “¿Cuántas corridas llevas hija?”

Me dice:

 “Tres, y voy a por la cuarta. Hemos dormido juntas. Eres tonto. Tenías que haber estado con nosotras anoche. Vente para acá, no seas bobo. Coge un bus.”

Ese acá de la niña que están con el clítoris como capuchón de un cofrade disfrazado de nazareno, dista 250 kilómetros de mi lecho.

Las dejo con sus corridas, sin picadores, y me pongo a desayunar mis frutas y toda la pesca, no sin que antes mi hembra me recuerde, telefónicamente:

─ “El coño de Alba es mío y tu polla, también. Mi coño es mío. ¿Está claro?”.

Está clarísimo. Y además, estoy conforme. No me acuerdo si también son suyas boca y lengua de Albita, que compiten, por lo visto y oído, en la Champions League. En la final, por supuesto.

Recurro a un poeta hispano-peruano de finales del siglo XVIII:

“No nació la mujer para verse sometida

porque tiene carácter indomable;

y pues prudencia en ella nunca es dable

no nació para verse obedecida”.

Este Mariano Melgar está lelo. Yo sí voy obedecer a Violante. ¡Anda que no!

Matrimoniaría con ella, aunque tuviera que compartir con Albita el viaje de novios a las islas Seychelles.

Algo así hizo mi abuelo materno. Se llevó a su reciente y joven desposada, juntamente con su querida, que era, creo, de etnia gitana. A eso le llamo yo no ser racista ni egoísta. Los tres, a París. Parece que mi abuela no sabía que en la suite de al lado estaba instalada el otro vértice del triángulo.

Con el capítulo cerrado, me llama mi prenda adorada. Con su voz de niña de primera comunión me ruega:

 “Por favor, ayúdame a que no vuelva a caer con Alba.”

Prometo ayuda. También observo:

 “He leído a Marcial, a Cátulo, a Apuleyo, a Juvenal. A los clásicos. Nuestros juegos son de parvulario. Y el sexo es moral y costumbres.”

Ella me promete por todos sus ancestros no volver a enredar con juegos lésbicos. Estaré aquí para ayudarla y quererla...caiga quien caiga.

 “¿Ves como tu Semana Santa en soledad no está siendo tan mala?”

La amo a morir.

Viernes Santo. Me acosté ayer sin mensaje de buenas noches. Hoy me saluda su SMS:

─ “Aquí está tu duende, pero no puede hablar…”.

Instantes después me llama:

“Te quiero mucho. Cuídate. Haz ejercicio. Lleva horarios más regulares. Duerme. Te quiero disfrutar muchos años…los ratos en que pueda ser. No voy a dejar a mi familia. Nos daremos mimos tantas veces cuantas sea posible…”.

Asiento. Lo que no puede ser, no puede ser, y además, es imposible. De todas formas…es su vida. No puedo atosigarla. Su marido, sus hijos…A veces se me va el dedo y llamo. Cuelgo enseguida. Me despierto móvil en mano. Mando un mensaje, para que lo abra al despertar. Me levanto y fotografío la luna llena. Vuelvo a la cama. Intento dormir otro rato. Acecho el móvil. Nunca viviremos juntos, me dice el cerebro. Ya veremos, me dice el corazón.

 “¿Has hablado con Alba?” –pregunto.

 “Si” –me contesta. “Ha comprendido. Está de acuerdo en que no puede hacer eso a mi familia” –añade. “Nos hemos reloqueado, pero nunca más” –apostilla.

No me atrevo a pedir a Violante el teléfono de Alba. Podría malinterpretarme. Se trataría simplemente de llevar palabras de consuelo a una cría que estará tan hecha polvo como yo. Si bien es cierto que ellas trabajan juntas, codo con codo. Y que yo estoy en mi destierro castellano.


(continuará...)

AMOR PASÓ

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Mi amor pasó
de tal manera que
ahora quiero, amor,
que no me quieras.

Si has pensado, amor,
quererme luego
te prevengo, amor,
no te entremetas
 en la noria febril
de mis planetas.

Mi amor se fué
de tal manera que
hoy prefiero, amor,
que otra me quiera.

CARTAS DE UNA MONJA PORTUGUESA

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(Foto tomada por mí en Sevilla)


"He comprendido que nunca te he amado.
Sólo he querido mi propia pasión"

Sor Mariana Alcoforado (Beja, Portugal, 22 de abril de 1640– 28 de julio de 1723) fue una religiosa portuguesa, a quien se atribuye la redacción de las Cartas Portuguesas (1669), cinco cartas de amor consideradas una obra maestra de la literatura erótica.

VERSO FELIZ

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Mi verso, que es feliz, pues va a buscarte
do quiera que estés, amor,hasta encontrarte...

Si lo que cuenta es el tamaño

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( el autor en La Habana )

Sin remedio, que no lo tengo.

Me pregunta una lectora:

- ¿Por qué no escribes de una vez por todas un libro gordo?

Como tampoco tengo propósito de la enmienda, voy a explicarme ahora.

Mi escritura, aunque me esté mal el escribirlo, está en la órbita de la cortedad en el decir –Gracián- y obedece a la estética de lo menos.

Estas obritas mías evitan ocupar muchas horas de mis lectores, que a buen seguro las necesitan para otros menesteres.

Además, cierto pudor me impide publicar nada que sea más extenso de lo que yo acostumbro a leer. Soy présbita y mi ánimo también está cansado. Y cada edad tiene su literatura.

A mis años gusta más y cuesta menos leer poesía que prosa. Las novelas que merecen la pena, leídas fueron por mí cuando podía hacerlo a la luz de una vela.

Así lo veo yo: si te gusta escribir, hazlo breve y lee poco mientras rellenas cuartillas. Si prefieres la ficción, toma algo de tu memoria, aunque no tenga trama ni desenlace. La memoria conserva lo que debe ser archivado y sabe más de ti que tú mismo. Tu caletre no podrá inventar nada mejor que lo realmente vivido.

Otra cosa: lo complicado es conciliar las ganas de vivir con los deseos de escribir.


Por último, si lo que cuenta es el tamaño, junten mis lectoras una docena de estos relatos, de los que troceo en capítulos por entregas, y tendrán un instrumento de buen porte.

Esclavo y dueño

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(fotos del autor)

Primavera de junio,
brisa pura,
flor del viento poniente,
fugaz retorno del
clemente tiempo.
En el centro, todos cuantos yoes he sido,
esclavo y dueño del presente,
balcón en flores.
Siento los lirios:
¡todos cuantos yoes seré!
Aire de junio, pequeño y seco,
medio viento calmoso:
¡esclavo y dueño!


Mágica noche oriental

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(el autor que escribe desde La Habana)

Siempre conseguí que SSMM Los Reyes del Oriente me trajeran todo lo que pedía. A ello contribuía no sólo la moderación de mis encargos sino también el método por mí empleado.

La moderación consistía en ir comprobando en el Bazar Horta, en Pabú o en Deportes Cóndor cuánto sumaba lo que yo quería tener y nunca pasar de la cifra que mi orden natural consideraba tope máximo a lograr cada Navidad. En este sentido, debo confesar y confieso que nunca me gustó la canción “Todos queremos más” que cantaba Alberto Castillo. Revela avaricia y afán de acumular riquezas. Prefiero no tener sobre qué Dios me llueva antes que ser pájaro gordo de muchas campanillas.

Nunca quise ir a Galerías Preciados a entregar mi carta a los emisarios de los Reyes. Bien muchachito, ya sabía yo diferenciar entre lo que son promociones comerciales de los mercaderes y tenderos y la magnanimidad y longanimidad de los auténticos reyes de Oriente, que hacen magia y premian a los niños buenos, salvan a los marinos atrapados por tormentas y dotan con bolsas de doblones de oro a las doncellas pobres para que puedan matrimoniar con hidalgos que no tienen con qué hacer cantar a un ciego.

La manera de hacer llegar a los Reyes Magos mis propuestas también ayudaba a que estos bienhechores colmaran mis esperanzas. En vez de escribir una carta larga y farragosa y dejársela a un empleado de Pepín Fernández, que era el dueño de los grandes almacenes, yo apuntaba a punta de regaliz las dos o tres cosas objeto de mi limpio deseo sobre la superficie helada de un flan chino El Mandarín. Cerraba los ojos y me lo zampaba de un sorbo y sin respirar. Nunca me falló. ¡Mano de santo!


(Ravenna, Basílica de S. Apolinario)

El día de Reyes un cielo azul inmenso y vacío amanecía sobre el estanque del Retiro, cubierto como estaba con una colcha de hielo de un palmo de alto. Por bajo nadaban poblados cardúmenes de bellos peces de eufónicos apellidos. Calicos, burbujas, carpas, cometas, telescópicos y otros cuyo nombre no recuerdo y que no pienso mirar en Wikipedia, porque no tengo ganas ahora y porque nunca me aclaro si quien suministra la información es un sabio o un zoquete.

Comoquiera que yo tenía la certidumbre de que todos mis deseos estaban materializados en el sillón de tela damasquina marcado por mi par de zapatos, mi curiosidad se dirigía a comprobar qué clase de dulces habían comido Sus Majestades. Y si habían bebido de la botella de Cointreau, o de la de Marie Brizard o de la de licor Calisay, o quizás de la de Benedictine, pues sabido es que en el fondo de cada copa de licor hay un secreto.



(Códice de Roda)


Un dromedario, creo que en la Navidad siguiente, tuvo la gentileza de dejarnos una hermosa boñiga de rumiante en la alfombra del salón, que era de la Real Fábrica. Yo había visto en el campo bostas de otros rumiantes, como vacas y mulas, y certifico que las de los camellos orientales son diferentes, por mejores, ya que sólo comen vegetales bio-dietéticos y granos especiados y perfumados.

Mosca me tenía el dato de que la paja destinada a los rumiantes desaparecía siempre. Mi olfato me decía que los camélidos orientales, acostumbrados a cruzar por los desiertos arábigos y del Negev y a nutrirse de exquisitas raíces y frutos secos, de cereales salvajes y henos perfumados por los céfiros que soplaban los profetas del Antiguo Testamento, no iban a rebajarse a comer humilde paja castellana. ¡Hasta ahí podían llegar las cosas!

El día 7 de enero volvíamos a la jaula colegial y yo a mis proyectos de hacer de mi habitación un acuario gigante, o un huerto cercano a mi espíritu. También tramaba dedicarme en lo porvenir a la cría del mochuelo boreal.






Consejos para los pobrecitos ricos

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( Manet. Olimpia )


Primero



En tiempos de crisis, queridos hombres blancos de ojos claros, gastar sin piedad no es de mal tono. ¡Que ardan las pérdidas en los balances de las sociedades que tenéis domiciliadas en paraísos fiscales! Dejad que falsas bancarrotas, productos de la ingeniería financiera, se acerquen a vuestros cotos de caza en Andalucía, Extremadura o La Mancha, no vaya a ser que las declaraciones a la Hacienda Pública os salgan positivas. ¡Qué ordinariez!


Segundo


Es de mal gusto vender obras de arte para pagar facturas del sastre o del carnicero. La Olimpia de Manet consuela muy mucho cuando se contempla desde la taza del excusado, máxime si ella está forrada con pan de oro.


Tercero


En los foros internacionales, sostengan ustedes, impasible el ademán, que la situación universal nada tiene que ver con la exhuberancia irracional y la codicia de quienes manejan los globalizados mercados bursátiles, financieros e inmobiliarios.
Si algún despistado pregunta por la génesis de las hipotecas basura en USA, limítense a contestar engolando la voz:
-Esto, bueno, ahí hay de todo. Los productos estructurados han ayudado a engrasar los canales de distribución del crédito.


Cuarto


En las cenas de caridad, a mil dólares cubierto, para ayudar a la cría en cautividad del esturión persa, repitan que confían, a ojos cerrados, en que los buenos tiempos de la especulación fácil y del corruptor ladrillo pronto volverán, “cuando ganen los nuestros”.

Quinto

Sean solidarios. Ayuden a la recuperación económica y sustento diario de los pobres. No se trata de dar trabajo, no. Abandónense a su natural hedonismo. De cuando en cuando, una buena juerga con sexo y “velinas” berlusconianas, champagne y caviar a go-gó, se apaña con unas decenas de miles de eurejos y…¡siempre caerán migajas para el pueblo!


Sexto


Matriculen a sus cachorros en la universidad privada más cara del mundo mundial. Antes, asegúrense de que, en ella, los profesores de ética de los mercados tienen claro que el capitalismo es bueno, justo, equitativo y necesario. Y, ¡por el amor de Dios!, sobre todo, sobre todo: ¡de que enseñen bien clarito que nadie debe controlar a las libres fuerzas del mercado!
Siempre existirán manos invisibles que se forren a costa de la plebe. ¡Faltaría más!



(fotos del autor)

MANOS DE ESCRITOR

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Manos de Gabriel García Márquez (foto Kim Manresa)

¿Qué se necesita para escribir?
¿inspiración o talento?

William Faulkner aclararía la cuestión diciendo que el escritor sólo necesita tres cosas: "Experiencia, observación e imaginación".

Desperté desnudo y sin recuerdos.

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(selfie de mis dos pies, el izquierdo y el derecho)

El caudal gris de ciegas horas se rompe por una ranura de luz. 

Desperté desnudo y sin recuerdos.


Mi cuerpo estaba cubierto tan sólo por una bata de hospital, de esas que te dejan con el culo al aire. Mi memoria, vacía. Boca arriba, yerto de cuerpo y yermo de espíritu, respiré con la tripa. Tenía un ladrillo en el estómago y la lengua como lija del número tres.

El médico preguntó:

- ¿Cuál es su último recuerdo?


Contesto:

- No lo sé. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?


El galeno insiste:

-¿Qué es lo último que usted recuerda?


Se estaba poniendo pesado. Respondí:

- Una casita muy chiquitita con muchas flores en el jardín.


El hombre de la bata blanca humaniza su rostro y dice:

- En ella vivía usted, supongo. ¿Dónde estaba esa casa?


Contesto:

- Que no doctor, que es la letra de una canción.


Este tío está casado con su opinión. Porfía:

- Usted tiene que recordar algo y es su deber ayudar a solucionar su caso.


Preferí no decirle al neurólogo que a mí me importaba un pito solucionar mi caso y decidí darle una pequeña sorpresa:

-¿Es usted un hombre del gánster conocido por MoMo?


Bostezo. Pido al hombre de las preguntas que me deje dormir un rato. Cierro los ojos y me hago un autodiagnóstico. Claro que tengo recuerdos. Lo que pasa es que son deseos y no sé si se cumplieron o no. Da igual. No pienso averiguarlo.

Me acuerdo de ella. ¡Dios! Tacones, manos, medias. Su falda, sus zapatos, su blusa, su melena, su cuello con sus rizos. Me acuerdo de ella con el corazón, no con la memoria.

Un portazo impío me obliga a abrir los ojos . Es el director del manicomio. Me anuncia que en la caja fuerte de su despacho está depositado un convoluto con ochocientos billetes de los grandes. Míos son.

¡QUÉ MANOS TAN PEQUEÑAS!

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El hombre que duerme sueña que está soñando y que es una lástima que ya no le duela el dolor.             
El hombre que duerme se desdobla. Su espíritu deja el cuerpo tendido en la cama y le observa desde el techo. ¡Qué manos tan pequeñas tiene! Se apiada de él y se encierra de nuevo en su cárcel de materia.
El espíritu sueña que está en el patio con aljibe
El cuerpo piensa que cada etapa es un libro.
El cerebro ordena a la consciencia que perciba el azul de lo azul.
La luz arriba. Abajo raíces. Lo perdurable está dentro.

PENSAMIENTO NEGRO

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¡Tarde piaste, pajarito!
...¡Se entró en mi frente el pensamiento negro!...

Encanto misterioso

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Más que un sueño                                        __     

Atiéndeme, quiero decirte algo, que quizá no esperes, doloroso tal vez. Escúchame, aunque me duela el alma, yo necesito hablarte, y así lo haré...
PRIMERA ESTACIÓN:
CAER POR PRIMERA VEZ
Ahora que voy coger el tren, me pregunto que hago yo vestida con una gabardina de leopardo y zapatos con taconazo, doce de la mañana. Quién es ésta señora que se pasea instalada en mí por un andén de estación empujando semejante maleta, que yo jamás hubiera comprado.
La lucidez dura lo suficiente como para recordar el día en que él me aclaró, mientras abría los armarios de su casa, que era un hombre separado. Su mujer y él, según dijo, vivían desde hace algún tiempo en ciudades distintas, vidas distintas, pero ella había dejado todas sus cosas en la casa como si aún vivieran juntos. Pura civilización, savoir faire, máximo grado evolutivo de la especie: el eslabón perdido era yo.
Ocurrió en nuestra primera cita. Intenté no juzgar ni valorar. Había aceptado su invitación a cenar, me gustaba mucho. Me gusto muchísimo menos cuando me desveló que tenía la mayoría de los armarios llenos de ropa de mujer. Boecio vino en mi auxilio, me consolé pensando que ojalá no la tuviera para ponérsela.
"Cualquier día voy al Paralelo y sale cantando una de Sarita Montiel", pensé, crecida en la estoica escuela de mi madre, capaz de sacar fuerza para reírse de sí misma en momentos en los que la mayoría saltaría por una ventana.

... nosotros, que fuimos tan sinceros, que desde que nos
vimos, amándonos estamos...
SEGUNDA ESTACIÓN:
"EL PEOR POLVO DE MI VIDA"
Cuando una se siente bien, puede prescindir de lo mejor. Eso me parece sabio.
En algún momento de la noche tuve que ir al baño. Encontré un museo-gineceo femenino, sentí pudor e incomodidad y apenas me atreví a mirar, como ocurre siempre que estamos en habitaciones de personas que ni conocemos ni amamos: colonias, cremas, más colonias, más cremas, en un colgador todavía un albornoz de bano. "Su mujer está de viaje y volverá en unos días", pensé sin importarme gran cosa. No me sentí incómoda, no era asunto mío, no lo era entonces.
Volví al salón. Fuera del baño la presencia pasada de una mujer era imperceptible, solo veía una casa puesta a la medida de un hombre solo y por un hombre solo: buen gusto, deseo de orden, contención.
—Tengo una novia cubana, dijo en la sobremesa, después de haber intentado ambos varias conversaciones sin avanzar en ninguna dirección, ya a mil kilómetros de distancia el uno del otro.
—Es pintora, vive en Venecia y pasará esta Navidad conmigo; nos encontraremos el 18.
Lo consideré una invitación a marcharme. Esta vez si me pregunté, ahora ya sin la ayuda de Boecio ni de mi madre, por qué me había invitado a cenar en su casa después de intercambiar varios mensajes. Después sólo sentí un inmenso cansancio, ganas de salir corriendo y volver a casa a escuchar el silencio.
Me despedí torpemente, agradecí la velada, y corrí escaleras abajo.


… nosotros, que del amor hicimos un sol maravilloso,
TERCERA ESTACIÓN:
LE QUIERO, Y QUE SEA LO QUE DIOS QUIERA
"Volvía a casa, paraba el tiempo del invierno y compraba manzanas amarillas que sabían como nuestros largos besos. Y amé aquel tiempo de gracia, contigo en cada cosa".

Llovía. Llorar bajo la lluvia es una de las formas de la dulzura. Solo
hace falta un mínimo entrenamiento para no acompañar el llanto con gestos poco favorecedores, pasar inadvertida, dejar que las lágrimas se mezclen suavemente con la lluvia.

Esta vez había suerte: un aguacero con frío intenso, tres de la mañana y la calle desierta; ni siquiera fue necesario evitar los gestos de dolor. Lloraba un llanto suelto y desbocado, de esos en que el cuerpo acompaña con fuertes sacudidas a las lágrimas, desmedido en cualquier caso para lo que lo provocaba, una forma de aliviar la tensión vivida durante la cena.

De la mano llevaba a la niña que fui cogida con fuerza, sonreía y bostezaba con el tranquilo cansancio de la noche que llega de repente
y nos acoge, apreté un poco más mi mano en la suya.

"Me  sigue gustando..."
"Es dulce..."
"Parece tener una borrachera de soledad..."
"Quizá no debería haberme marchado así..."
"Debí abrazarle y escuchar".

Fuerte aguacero mezclado con un aluvión de emociones y contradicciones; las dejé estar. Sabía que al final, con suerte, quizá alumbraran alguna verdad.

Guardaba toda la emoción en la boca del estómago, la taquicardia, el anhelo, aquella música que puso antes de decir que me marchaba. Hablamos mucho, con esa charla exhibicionista en que a menudo caemos cuando alguien nos gusta mucho y todavía los silencios no abrigan. En un par de ocasiones le acaricié el pelo, y mientras mi nariz buscaba el final de su cuello, algo familiar y antiguo me devolvió a mi infancia. "No es de nuestra jaula", solía decir mi abuela. Él sí, él era de mi jaula: la piel suave, el final del cuello, el olor de su pelo, sus besos... los más dulces.
Llegué a casa con la niña dormida en mis brazos. La llevé a la cama y la abrigué: sabía que esa noche haría mucho frío. Ya en mi cuarto llené la bañera y encendí velas. Kanawa cantaba un aria triste en Radio 2. Después de meterme en el agua tibia me permití el inmenso cansancio de después de las emociones, me dejaba llevar por el agotamiento sumergida en agua tibia, sabía que no dormiría. Con los ojos cerrados intenté prepararme para una noche de insomnio, lucidez cegadora de esas madrugadas sin piedad en que la soledad te hiela el corazón.


...nosotros, que nos queremos tanto, debemos separarnos, no me preguntes más...
CUARTA ESTACIÓN: MIEL Y HIEL
"Amor, mi dulce bien, no quiero que me guardes, ni que en mi cuerpo frenes lágrimas ni jardines, y antes de que las quejas aviven mi desprecio, los avisos mi cólera, caiga sobre tus labios -incendio abrasador, granada suplicante-
la delicada muerte de mi olvido".
No importa cuanto tiempo hace que conocemos a una persona: me enamoré. A muy pocos nos basta un día para amarlos para siempre, con la mayoría nos sobra toda una vida para encontrarlos a diario sin llegar a saber quienes son, a menudo personas de tu misma sangre, extraños sin remedio. Peor aún, esa forma de encontrar en tus familiares los rasgos que ves cada mañana cuando te miras al espejo: tu misma nariz y pómulos, la forma de lavarse las manos, el modo peculiar de dejar caer ligeramente el cuerpo cuando estás cansada, la hipersensibilidad a la luz.
Al día siguiente llamó mi hermana.
  ¿Qué tal tu cena?
Le conté, sin entrar en detalles.
  iEs increíble!, ¿cómo te dejó ir a esas horas sin acompañarte hasta el coche?
  Por Dios grande Elena, no vivimos en la corte de Luis XVI, ¿por qué confundes todo?, ¿por qué no intentas ponerte en los zapatos del otro?
Segundos de silencio.
  Está bien, ya me he puesto en sus zapatos y en los tuyos, y si a ti te gusta tanto por algo será. Te llamaré esta noche para oír como va tu murria.
Mi hermana Elena en su torre de cristal. Un marido perfecto, unos hijos perfectos, una casa ideal..., y yo con la murria. Deben haberme tocado todos los cromosomas defectuosos de la genética familiar.

El jueves siguiente llama Jöao, me dice que el campo está precioso, que me espera para pasar el fin de semana. Preparé un escaso equipaje y me fui al aeropuerto después de tomarme dos lexatines para coger el avión. Necesitaba estar en silencio al lado de alguien sin dar explicaciones, confiar, cocinar juntos mientras escuchas música, dar largos paseos. En las noches, mientras él tocaba el saxo tenor y yo intentaba versiones a lo Carmen McRae del "Stormy weather". Nos reíamos de nuestra vida "marital".
  ¿Por qué no nos casamos?, tú serías feliz en Oporto, me decía,
sabes que nunca te llevarás tan bien con alguien.
Pensaba en Miguel. Aterricé en Madrid el domingo, y aunque sólo le había visto media docena de veces en mi vida, pensaba en él.
Recordaba con extraña ternura sus maneras hurañas cuando se le contrariaba, también las pequeñas manías de su soledad convertidas en costumbres, su ironía inteligente, la adorable mirada pícara de niño cuando se reía. Ya en el taxi que me llevaba de vuelta a casa, pensé que sería hermoso aprender a mirarle con dulzura desde lejos, dejar al amor y al cuidado hacer. Deseé otra vez mi mano en su pelo, oler el final de su cuello...
Era inevitable que nos volviéramos a ver.
Días maravillosos, me olvidé de hacer cualquier otra cosa que no fuera estar con él. Le quise con locura.

...no es falta de cariño, te quiero con el alma, te juro que te
adoro, y en nombre de este amor y por tu bien, te digo adiós...
QUINTA ESTACIÓN:
BALSICAS.
"Creo que hubiera sido feliz amándote toda mi vida"Doris Day a Rod Hudson en "Pijama para dos"
Después todo es confusión... estoy sentada en un tren que me lleva a Sabicas; quiero decir, a Balsicas.
Voy vestida con la ropa del armario de su ex mujer, aquel que abrió la primera noche, tan alejada de mis gustos, o eso creo.
Dormiré en la habitación que había reservado para Diana, la pintora cubana que finalmente declinó su invitación para pasar la Navidad juntos.
Y, no sé, me pregunto si el libro que llevo en la mano habrá sido elegido por mí o será de Yolanda, pelirrojo pubis lésbico con el que desayuné, acompañado de un sapo, una hermosa mañana mientras miraba atónita las fotografías por él enviadas en alucinado SMS, tanga de piel de ángel de "La Perla" por él ceñido y regalado para atravesar los redondos umbrales del placer; grandiosa, desmesurada, devoradora pasión, de quien ahora llevo un medallón que le regaló en medio de mil tormentos y que ésta le devolvió, y él a su vez me regaló; o algo así, no puedo pensar con claridad...
Lo recuerdo vagamente, era un medallón de Pomelato, o quizás de Hermés; que, no sé como, se convirtió en un medallón de Bulgari y que, por un extraño juego de espejos, llevo yo hoy. No sé, quizá pasará mañana a ser de Cartier en algún relato que él escriba para su blog sobre ésta nuestra historia, salón de pasos perdidos sin eco ni retorno...

De pronto, alguien me saluda con los brazos y parece llamarme desde el otro andén, "iAna!, iAna!", grita mirando hacia mí.

Le miro confundida mientras la azafata me invita a subir al tren que me llevará hasta Balsicas.


¿Quién será Ana?

Autora: Biznaga de estrellas.

En este mundo traidor...

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EN ESTE MUNDO TRAIDOR...                      


(fotos tomadas por el autor)

"¡Hombres ávidos de riqueza, cómo delinquís legalmente contra la pobreza!". ANTÍPATRO (Tesalónica, S. I a.C.)

"La pobreza fecunda en héroes (Fecunda vírorum paupertas)".¿¿??¡¡!! Marco Anneo LUCANO (Córdoba, S. I d.C.)

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La madre tenía tres hijas, cada una de distinto padre.

La situación económica familiar tornóse de grave en desesperada el día en que el último de los padres, o sea el padre de la última de las hijas, se marchó de casa con una criolla de dulce y cadencioso acento.

La mayor de las hijas aprovechó el barullo para sincerar su situación abandonando oficialmente unos estudios universitarios que de facto no cursaba hacía largo tiempo y se puso a trabajar con un contrato basura en una cadena de comida basura. Puesta a sincerarse, presentó en sociedad a su novia, joven promesa del heavy metal que gustaba mucho del piercing.

La segunda hija repetía con fruición y denodado empeño el último curso de bachillerato y servía copas los fines de semana en la barra de una de esas discotecas que sirven alcohol a menores de edad, arman ruido mucho más tarde de lo que prevén las normas de teórico obligado cumplimiento y en

NADA ES VERDAD NI MENTIRA...__________
 


las que se consumen sin pudor drogas sintéticas bien adulteradas. Estaba saliendo con un chico muy majo, que se ganaba bien la vida en el mundo de la prostitución y cuyo único y relativo problema era estar imputado en cuatro causas penales que obviamente tardarían años en sustanciarse.

La tercera hija, medio mayor de edad, era la más graciada. Había heredado la belleza de la madre y era tan desparpajada como su padre.

Las finanzas familiares habían pasado de los números rojos a los de color granate almandino y la madre estaba demandada en diferentes juzgados, unas veces en procedimientos hipotecarios y otras en ejecutivos ordinarios. "Las cajas de ahorros tienen la funesta manía de querer recuperar el dinero que han prestado" pensaba la madre poco contrita. "Como si me lo hubiera gastado en amores y lujos" concluía.

De pronto la pequeña de las hermanas va y resuelve los problemas económicos, que no afectivos, de la familia ennoviándose con un empresario de la localidad bastante mayor y feo que ella y con dos separaciones matrimoniales en su haber.

El empresario y la niña se van a vivir juntos a eso que los periódicos llaman "una mansión en una lujosa.

NI EN LA ROMA DEL RETOR*...___________ 


urbanización de las afueras". La madre encuentra trabajo en la empresa del empresario y se levantan los procedimientos ejecutivos e hipotecarios de los juzgados.

La bonanza económica, que no moral, de la familia duró un par de años, tiempo que el empresario tardó en conocer a otra chica de parecida edad y gracias personales, aunque superior en la práctica de juegos de cama sin reglamento. Si el buen hombre hubiera tenido conocimientos clásicos igual se hubiera hartado de reir recordando al memo de CALÍCTOR MANTISIO cuando dijo "una muchacha virgen gana más dinero no por su arte, sino por su naturaleza".

Uno de los cuñados de la madre era abogado y se encargó con éxito de negociar una indemnización, pagadera en 24 mensualidades, como compensación por el tiempo de convivencia sin papeles. El empresario pagó además a la cría, para que no le diera mucha lata, la entrada para un apartamento situado en un bloque de viviendas de protección oficial.

La madre pregonaba por toda la ciudad que el empresario era un sinvergüenza y, se supone que por razones éticas, abandonó la empresa de quien pudo ser y no fue su yerno llevándose un disquete del ordenador con datos confidenciales de su clientela. "¿Espionaje industrial o

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* Séneca, llamado Retor o Rétor.

NI EN LA GRECIA DEL REY MIDAS...            


tráfico de información privilegiada?", meditaba la buena señora, que sabía algo de estas cosas porque el primero de los padres de sus hijas había trabajado en una oficina de patentes y marcas.

La madre y el disquete se fueron a trabajar a la competencia despertando mayores expectativas de éxito y remuneración el disquete que la madre. Al parecer ciertos empresarios aman más a los disquetes con datos de posibles clientes que a las madres de ex-novias de colegas de ramo de negocios.

Al cabo de los dos años la hija mayor volvió al contrato precario y al fast food, la de en medio dejó de matricularse en el instituto y se dedicó más profesionalmente a las copas y a las pastillas y a ayudar a su novio el proxeneta, y la más pequeña y agraciada se puso a trabajar en la capital de relaciones públicas en una compañía, con cuyo presidente no tardó en amancebarse.

La madre fue despedida de su nueva empresa cuando el disquete se negó a desvelar sus datos. El jefe de informática de la empresa todavía anda jurando en arameo pues sostiene que nunca hasta entonces se le había resistido clave o sistema alguno. "¡Hideputa quien lo encriptase!" repetía el técnico.

NI EN LA HISPANIA QUE SUSPIRA...              

El empresario del lugar sigue pagando la pensión alimenticia a sus dos primeras mujeres pero ya se ha liberado de la renta mensual de la tercera. Se dice que ha sido conminado cuasi-públicamente por la cuarta a firmar algún papel.

O témpora! O mores!* 

P.S.I "Las putas se agarran al oro más que a los amantes".

ANTíPATRO 

P.S. II "Pobreza y amor son mis dos males. Soportaré la primera fácilmente, pero soportar el fuego de Venus AFRODITA no puedo". Epigrama anónimo de la Grecia clásica

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*¡Oh tiempos! ¡Oh costumbres! Cicerón (Catilina 1, 2 y Verren 4, 25, 26)

Carta a una amiga

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                                                           ( foto del autor )

Llega a mis manos la carta que un amigo envía a una amiga suya, correo que, con el permiso de ambos, transcribo tal cual:

““Entre amigos no hay ofensas que agravien largo tiempo. No pasa nada, salvo las huellas de arañazos que, irremediablemente, quedan un tiempo sobre la piel del corazón de cada uno.

En los últimos años, he escuchado, en varias ocasiones, la teoría de la superior velocidad de sus circuitos cerebrales y conexiones neuronales en boca de mujeres fuertes y presuntamente independientes y auto-suficientes. Sin ir más lejos, una de mis hermanas la esgrimió, hace pocos días, ante su estupefacto marido.

Del otro lado del género humano, mi mismísimo padre, persona de trato difícil y en ocasiones desagradable, solía decir: "Cuando fulanito va, yo he ido y he vuelto tres veces".

En lo que a mí concierne, en esta etapa de mi vida, prefiero vivir la vida en "tempo moderato" que, como bien sabes, es un movimiento intermedio entre el "andante" y el "allegro". Hace unos meses, una mujer con la que tonteaba un poco me dijo:

- Es que yo trabajo en tres pistas a la vez...

Mi respuesta, formulada con respeto y afecto, fue como sigue:

-Por eso será que estás siempre dispersa y difusa...Trabajar simultáneamente en tres pistas es bueno para el circo, pero no deseable para vivir en paz consigo mismo.””

Por mi parte, desconociendo qué acaeció entre esa pareja de amigos, mujer y hombre, no me queda sino sacar a relucir las viejas dudas que abrigo sobre la posibilidad real de que hombre y mujer que, tiempo atrás, compartieron sexo, transformen su relación en simple amistad. Y no se diga si uno de ellos mantiene encendido el rescoldo de su amor hacia él o hacia ella ¡Sería preciso tener en las venas sangre de horchata!


Con los años que acumulo en mi zurrón, he comprendido, a base de coscorrones, que la clave de nuestra existencia es estar en armonía con nuestra propia infelicidad.

He dicho.




( el autor en Euskadi )

VENTANAS DE LUNA CLARA

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(foto tomada por mí)

Ventanas de luna clara, cortinas de escarcha...
en invierno tan sólo se hace perpetua una persona.
(Bai Juyi, nacido en Xinzheng en 772, reinando
el emperador Taizong)

INVOCACIÓN AL LAUREL

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(el autor en la Costa Vasca francesa)

INVOCACION AL LAUREL O LA MADUREZ DE UN HOMBRE
(65 palabras para Manuel)

Las ramas de los sauces mojados y amarillos
te rozarán la frente. En la arena perlada,
verbenas llenas de agua, de cálices sencillos,
ornarán la indolente paz de tu pisada.
Y tu cabeza ceñirá por siempre egregia
la corona de laurel de los sueños :
mirar hacia el azul , perfecta belleza, luz.

(Poema enviado por un colectivo de seguidoras de este modesto blog,
con ocasión de mi reciente cumpleaños. ¡Y que sea lo Dios quiera!)



Granada: mi niñez con mi memoria

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( Capítulo primero)

Rapaz aún, un septiembre incandescente me bajé a vivir a los dentros del gran aljibe.

Días antes había escuchado un pregón mercantil, aguas arriba del paseo de Los Tristes, cerquita ya de la alameda que esconde la fuente del Avellano:

¡Galápagos para el aljibeeeee!, gritaba el gitanillo.

Los quelonios en venta se amodorraban en capas estratificadas dentro de un cuévano de mimbre. El pequeño vendedor había ingeniado una especie de vol-au-vent o milhojas. Una capa de galapaguitos y otra de juncos. Otra de tortuguillas de agua y una más de llantén. Tritones y alfábegas. Así hasta el fondo de la cesta. El pregonero humedecía el hojaldre sumergiendo de cuando en cuando el canasto en la fuente del Avellano.

Me gustó mucho asistir a un rito bautismal diferente, practicado por mormones, adventistas del séptimo día, pentecostales y otras hierbas cristianas. Esto lo supe más tarde.

Era fama que el agua de aquella fuente sanaba, de pura y fresca, cuarto y mitad de los males de cuerpo y espíritu. Especialmente recomendada para la melancolía y el mal de la conformidad. Esto otro servidor lo sabía desde siempre.¡Anda que no!

En vista de la inutilidad de mi familia para desentrañar el sentido del pregón, decreté que era menester descender al fondo del aljibe en visita de inspección galapaguil.


Granada: mi niñez con mi memoria II

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( foto Masao Yamamoto )

( capítulo segundo )

El pozo, el rebosadero, la entrada de las aguas de escorrentía y la boca de la acequia para las de riego eran los cuatro accesos al aljibe. Hice planos, calculé alturas, sopesé riesgos y cavilosamente elegí la compuerta de la acequia. Bien sabe Dios que también busqué la entrada de las aguas pluviales, pero no di con ella. Al aliviadero mi cuerpo de muchacho no llegaba, incluso subiéndome a la escalera de palos que usaba para coger higos maduros de las empinadas copas de las higueras más altas. Altas eran de tanto mirar al Mulhacén.

No todos los aljibes pueden rellenarse con agua de riego. Mas, siendo los veranos sureños tan parcos en lluvias, es sistema recomendable aunque empeore muy mucho la calidad del agua y conlleve la necesidad de hervir ésta para beber. En la gran casa de la finca Los Cipreses la grifería era inglesa, por nombre Twiford, pero el agua era indígena. Así pesqué yo el tifus o lo que fueran aquellas fiebres delirantes que me revelaron otros mundos, alejados del sistema métrico decimal y de la lógica aristotélico tomista. Doy gracias por ello, aunque de aquellas me quedé con el cuerpo hecho unos vendos y con un palmo más de alto. ¡Palabrita del niño Jesús!.

La del alba sería cuando descalzo y en meyba repté por la acequia y me tiré a lo oscuro. Me profundí en lo hondo. Chichones apenas si me hice, que lo peor fueron las machacaduras, raspaduras y excoriaciones en rodillas y codos. Había calculado mal y el gran recinto aljibarero , de paredes revestidas de ladrillos ensamblados con argamasa y revocados con arena de miga y tierra, tenía poca agua y mucha hondura.
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